Pero algo había cambiado ese trimestre, su clase era mayoritariamente femenina, los pocos chicos se defendían como podían de aquellas harpías de lengua afilada. El maestro a fin de ilustrar el tema que estaban dando había solicitado fotos que ilustraran las fiestas de la barriada en la que estaba ubicado el colegio, para ella era fácil, sus padres se habian criado en esa zona y la abuela las tenía a montones. Fue la que más fotos aportó a la exposición, pero allí mismo empezó su viacrucis, en una de las fotos se podia ver a su madre vestida con el traje regional de Valencia, un precioso vestido de fallera, que realzaba su entonces esbelta figura.
Las chicas pillaron su punto débil y hurgaron en él a conciencia, el que la llamaran pija y le hicieran el vacio, parecía no afectarle ya, pero el que le dijeran que terminaría tan gorda como su madre con cara de asco le dolía en exceso, si ella había cogido tanto peso se debía a un problema de tiroides y no parecia no darle ninguna importancia, de ello no daba muestras de tener complejos y vestía dentro de sus posibilidades con lo que le gustaba. No recordaba que día había dejado de quererse, que día se había diluido su percepción de la realidad. No se puede decir que fuera guapa, o al menos ella no lo consideraba así, pero si era rubía y tenía unos preciosos ojos azules y estaba delgadisima quizás incluso demasiado, pero eso no preocupaba a su entorno porque comía todo lo que le apetecía y era golosa en exceso, quizás por ello los insultos de sus compañeras hicieron mella en ella.
A sus escasos siete años había descubierto que la imagen era muy importante, si ella sufría un cambio como el de su madre sería su final, ese miedo terrorífico y el hecho de sentirse tan sola, la abocaron a un camino sin retorno, comenzó a frecuentrar la compañía de ana y mía, posiblemente más peligrosa que cada una por separado. Le resultaba dificil por no decir imposible burlar la vigilancia férrea de su madre a la hora de las comidas, pero era fácil esconderla cuando se encontraba en la escuela. Por ese motivo, empezaba siempre el día con mía, los desayunos en su casa eran completos, y ella lo tomaba en compañía de su hermana pequeña sin rechistar, al llegar al cole y antes de entrar en el aula, pasaba por el baño y vaciaba su estomago.
De esa forma se enfrentaba a dos horas de clase y luego entraba ana en escena, siempre había compartido el almuerzo con sus compañeros, su madre era una excelente repostera, pero ahora sencillamente se las ingeniaba, para que no quedara nada en su bolsa y sin probar bocado, no le resultaba dificil, de vuelta a las clases y a esperar un nuevo suplicio en forma de suculento plato cocinado, las tripas le arañaban, pero era incapaz de comer nada, si lo hacia los remordimientos no la dejaban disfrutar de las suculencias que desfilaban ante sus ojos, asi que la escondia en sus bolsillos repletos de bolsas, allí vertía la comida y la vaciaba en las papeleras, su plan funcionaba a las mil maravillas.
Llevaba asi varios meses, su pérdida de peso empezaba a ser preocupante, su debilidad era extrema, y una mancha negroazulada se extendia por debajo de unos ojos carentes de brillo, se le había agriado el cáracter de por si risueño, y levantarse de la cama empezaba a ser un suplicio, nada de esto escapaba a los avezados ojos de su madre que con preocupación consultaba a cuanto especialista conocía. La cosa se puso fea, cuando empezo a sangrar por la nariz. Los médicos consultados no se explicaban el cambio que había experimentado la chiquilla en poco tiempo, le sugirieron que consultara con un sicologo, aunque la niña fuera reacia, quizás pudieran enfocar hacía donde dirigir las exploraciones.
Se había convertido casi una muñeca de cristal, frágil a simple vista pero su carácter se había endurecido, su aspecto era la salvaguarda contra los insultos de las niñas con las que compartía juegos, cuanto más se deterioraba su imagen más la aceptaban en su entorno. A la sicologa no le fue fácil lograr que la niña confiara en ella, poco a poco con paciencia y unos cuentos en los que mezclaba la ficcion con la autobiografía consiguió que le abriera las puertas de sus preocupaciones, un escalofrio recorrio su espalda al escuchar lo que la pequeña relataba con un frialdad absoluta y utilizando la tercera persona, como si nada tuviera que ver con ella.
Poco a poco sus mensajes fueron calando en ella, comenzó a comer poco a poco, pero mía se resistía a abandonar su presa, y le costaba mucho esfuerzo mantener en su débil cuerpo las pequeñas cantidades que le preparaban, conforme fue concienciandose y recuperandose le permitieron ver a sus padres, era un premio que a ella le sabía a gloria y le daba fuerzas para enfrentarse a los cambios que su cuerpo estaba experimentando de nuevo y a la dureza de las terapias.
Tras dos meses de angustía estuvo preparada para volver a casa, pero no tanto para enfrentarse a sus harpías compañeras, pero decidió hacer frente a la situacion como mejor pudo, los golpes de mamá sonaron de nuevo en la puerta, cuanto los había echado de menos, se desperezó, salto de la cama, miro su armario, eligio una falda vaquera un suerter azul cielo, para resaltar de nuevo el brillo de sus ojos y salió dispuesta a comerse el mundo. Al llegar a clase los chicos se volcaron en ella, las chicas se dividieron, la calma parecio reinar durante un par de días en los que volvio a notar el vacio, pero los insultos habían cesado. En ello había influido la amenza de la directora de expulsar del centro a quien se atreviera a perseguir verbalmente a la niña.
Habían pasado tres años de aquello, tres largos años, en los que fue calando en algunas de sus compañeras y sentia el apoyo incondicional de los muchachos, durante ese tiempo, no había vuelto a pensar en ana ni en mía, se veía estupenda al espejo, pero los sueños duran poco y las pesadillas se eternizan y habían vuelto a la carga, de nuevo los insultos se cebaron y el fantasma de la gordura se cernía sobre ella, había hecho intentos de dejar de comer de nuevo, sin embargo esta vez contaba con aliados que hicieron frente comun con ella y le impidieron cometer de nuevo esa tontería, solo había ocho chicos en la clase, pero fueron suficientes para infundirle el suficiente valor para afrontar el día a día sin tener en cuenta ese fantasma que podía no llegar a afectarle nunca.
Tan solo dos meses antes la sonrisa se había borrado de su rostro, ahora comprendía que la envidia era mala consejera y que sus compañeras se habían rendido a sus pies por no poder disfrutar de lo que ella tenía, aprendió que lo importante era quererse a si misma fuera delgada o gordita, que solo de esa forma los demás terminarian aceptandola, y que el universo femenino en torno a los diez u once años no se limitaba a esas doce malcriadas que poblaban su colegio. Comprendió que debía sobrevivir en ese terreno hostil, que ello la haría mas fuerte y comenzó a establecer lazos en otros ambientes, asombrándose de la cantidad de amigas que podía llegar a tener, el ser constante le sirvió para darse cuenta de que la solucion a sus problemas no estaba en refugiarse en los brazos de ana y mía, si no más bien en huir de ellos.