La desperto la suave caricia del sol, que entraba a raudales por su ventana. Tenía pocas oportunidades de remolonear en la cama, su rutina diaria era tediosa y madrugadora, ni siquiera los fines de semana le era permitido regocijarse en esa maraña de sabanas blancas jugando con la calidez del lucero, pero esos días iban a ser diferentes, llevaba un año esperando esa semana. Se desperezó, colocó descuidadamente la bata sobre su bien modelado cuerpo, y bajo a desayunar consciente de que a aquella hora solo los habitantes de la enorme cocina del palacete estarian trajinando por los alrededores. Le gustaba el olor de la cocina, las esencias flotando en el ambiente, la calidez de la lumbre, el sonido de los pucheros al hervir, y los miles de aromas que se respiraban. Siempre que podía desayunaba en aquella mesa robusta de roble, acompañada por los cocineros y sus ayudantes, si su padre supiera aquello posiblemente le cortaria un pedacito más de aquellas alas, que de tanto peso le costaba extender para volar.
Cuando miraba en que se había convertido su vida, una pesada bruma la envolvía, vivía prisionera en una jaula de oro, pero al fin y al cabo privada de libertad. A sus veinte años pocas veces había experimentado esa sensacion liberadora de tomar la rienda de su vida, ser hija de una de las mayores fortunas del pais, lejos de ser una ventaja, para ella representaba un inconveniente. Se le había negado lo que a cualquier niño le era dado a espuertas y a cambio la habían colmado de bienes materiales incapaces de dar afecto, comprension y cariño. Siempre había deseado un hermano para jugar, para compartir confidencias, pero eso no entraba en los planes de máma siempre tan perfecta, no podía estropearse el cuerpo con otro embarazo. Ambos pasaban muchas horas fuera de casa, relegando su educacion en tutores que no eran capaces de una caricia o una sonrisa.
A sus compañeras de colegio les parecia su vida de cuento de hadas, rodeada de tanto glamour y tanta riqueza, y para ella era un calvario diario, tenia cuanto cualquier muchachita podía desear y le faltaba lo esencial, lo que todas disfrutaban sin darle importancia alguna, libertad y cariño a manos llenas. Era envidiada porque nadie conocia la naturaleza de su insipida vida, y esa libertad se iba recortando en la misma proporcion en que crecía el imperio de pápa, que veia una amenaza en cada salida que hacía del palacete. Recuerdo mi adolescencia con una escolta permanentemente pegada a mi, la presencia de esos hombretones enormes y serios, sacados de una pelicula americana intimidaba a mis compañeros que preferian ignorarme a enfrentarse a la mirada fulminante que se adivinaba detras de las enormes gafas negras con las que cubrian sus ojos.
Al cumplir los dieciocho decidió rebelarse contra lo que le parecía injusto, pero nadie pareció hacerle caso, hasta que aprovechando el bullicio de los carnavales, se escapó de casa, ataviada con un traje de epoca tal y como requeria la situacion y una mascara que le ocultaba gran parte de su rostro. Nadie hubiera podido relacionar a aquella muchacha apocada, sobria, y de caracter taciturno, con aquel torbellino de sensaciones que inundo las calles comiendose a bocanadas grandes pedazos de una libertad negada durante tantos años. Sus grandes ojos verdes adquirieron un brillo especial, había escondido su cabello negro azabache debajo de una cascada de rizos cobrizos que le inundaban la espalda, su palido rostro había adquirido un color rosado que la favorecia en extremo, tenía que reconocer que aquel traje resaltaba todos y cada uno de sus encantos y sentia la miradas masculinas al amparo de las mascaras devorandola, suspirando a cada paso que daba.... Se sentía exultante de felicidad que se reflejaba las esmeraldas que adornaban su rostro y que refulgían incluso detras de su fina y delicada mascara.
El calido sol, dio paso al frio atardecer, había olvidado coger nada de abrigo, y la recien estrenada libertad no le ofrecía el amparo de la lumbre, a sus espaldas alguien le coloco una capa sobre sus desnudos hombros, al ver que su cuerpo temblaba de frio, se giro lentamente para averiguar quien era su benefactor, unos ojos azabaches le devolvieron la mirada tras una mascara algo estropeada por los usos, le dedico una sonrisa, algo en aquel desconocido le atraia, a pesar de su tosco disfraz. El no se dejo seducir por la suntuosidad de sus vestimentas, la trataba como a una persona mas. Entre ellos casi sin darse cuenta se sello un vinculo que los arrastraba.
Aquel encuentro no podía ser casual, se olvido de todas las precauciones, y siguió al desconocido hasta un apartamento decorado con un gusto exquisito, el le explico que pertenecia a unos amigos, y por la apariencia de sus ropas ella pensaba que no mentia. Miles de colores como un castillo de fuegos artificiales estallaron entre esas cuatro paredes al amparo de las mascaras, lo unico de lo que no se despojaron ninguno de los dos. Sus labios se entrelazaron bebiendo las mieles de la pasion, sus cuerpos se estrecharon en miles de abrazos y caricias. El recorrio cada centimetro de su piel, recreandose en alli donde las mieles del deseo hacen enloquecer a los humanos. La palida luna dio paso a un cegador sol, y entre la maraña de sabanas dos cuerpos seguían amandose con pasión.
Recompusieron sus ropas y salieron al abigarrado tumulto de colores, aromas con el deseo prendido en el cuerpo... paso asi la semana de carnavales, la primera vez en su vida que pudo disfrutar de lo que otros tienen a diario, temía el momento de volver a casa, pero sobre todo temía el momento en que tuviera que despedirse sin ninguna explicacion de la pasion que le devoraba el alma, nunca volveria a ser la misma despues de esos días, siempre le faltaria algo, el fuego la consumiria, la arrastraría, no sabía si podría doblegarse a las exigencias de su padre, no despues de aquella semana... La última tarde la pasion se desbordo, apagaron los fuegos que les devoraban las entrañas, se sacieron de las mieles del paraiso y antes de que el bullicio de las calles se apagara, se despidieron con una promesa de encontrarse al año siguiente en el mismo sitio, en la misma plaza.
Con el alma compungida, regreso al palacete consciente de que su salida no habria pasado desapercibida una semana era mucho tiempo, solo pensaba estar fuera unas horas y estas se habían convertido en una semana de algarabía y pasion, estaba mucho mas bella, pero iba a durar muy poco esa felicidad. Giro la llave de la cancela cruzó apresuradamente el sendero de gravilla que llevaba hasta la casa y al entrar la recibieron dos ceñudos rostros, que bien podrian haber pasado por mascaras, no reflejaban ningun sentimiento, ni alivio, ni cariño, solo dos miradas aceradas fijas en la mascara y la maraña de rizos cobrizos que cubrian la cabeza de su hija. Ese día no hubieron palabras, ni reproches, subió directa a su alcoba, se desnudo y frente al espejo pudo descubrir los trazos marcados por sus caricias, se veia hermosa, su ojos seguían refulgiendo, se acosto desnuda, y contacto del lienzo blanco desperto las sensaciones de los ultimos días, le costó conciliar el sueño.
A la mañana siguiente su padre la esperaba en la biblioteca, no pensaba renunciar a esa pequeña cota de libertad. Tejió una historia que a su padre le resultara verosimil, había pasado esos días en compañia de sus compañeros de facultad, no todos eran oriundos de Venecía algunos compartian suntuosas estancias con otros estudiantes, su padre no objeto nada salvo que no se conviertiera en una costumbre. Pactaron que cada año por caranavales al amparo de las mascaras podría beberse a grandes sorbos su dosis de libertad, ateniendose a unas reglas, cambiar de mascara y traje todos los años y de compañeros de correrias. No le costo complacer a su padre.
Ensimismada en sus pensamientos se le quedo frio el desayuno, miro su reloj, y subio corriendo a su habitación le quedaban menos de dos horas para cambiar su aspecto, la maraña de rizos cobrizos, los afeites para cambiar el aroma de su piel, todo era esencial para cumplir con la promesa hecha a su padre. A la hora convenida, estaba junto a la fuente, aterida de frio, esperando la capa de su atento enamorado, y con ella cubrio sus hombros el apuesto muchacho, esta vez ataviado con una mascara tallada y un suntuoso traje. Si el cambio le asombro, no lo dejó traslucir, la pasion los envolvio de nuevo, sus ojos se encontraron, sus labios se entrelazaron y sus cuerpos ardían de pasión. Tras aquella noche, el no pudo guardar mas el anonimato, se quito la mascara dejando a su vista un hermoso rostro enmarcardo en una maraña de rizos azabache. Su mirada de ebano la envolvio, y lo invito a que el mismo hiciera los honores. Se acerco a ella y entre besos y caricias la despojo de lo único que seguia vistiendo su hermoso cuerpo...
Ambos comprendieron en aquel instante cuanto habian perdido en los ultimos años, consumian freneticamente su pasion en unos pocos días, cuando tenían la felicidad al alcance de sus manos, se habían cruzado miles de veces en la facultad, compartían asignaturas, compartian horarios, pertenecian a la misma escala social. En un sinfin de ocasiones él se había acercado a ella reconociendo los andares que le obnubilaban, pero sus apagadas gemas y su cabello lacio negro como la noche, no le recordaban a su misteriosa amante, tampoco el aroma de su piel era el mismo, ella se sumergía a diario en la profundidad de sus pozos, sin darse cuenta que la pasion que la devoraba tenia un nombre al alcance de la mano...
A partir de ese día se dispusieron a vivir con intensidad la vida, a no dejar que nadie les frenara el batir de las alas, seguirían por un tiempo siendo amantes clandestinos, pero pronto gritarian a los cuatro vientos y sin mascaras la pasion que los consumía desde hacia tantos años
4 comentarios:
Quizás la mágia durará mientras la clandestinidad sea compañera....
Ojalá dure más... y la maraña de rizos cobrizos pueda mantenerse....
Los caprichos del destino son así....
Pero sí, la maraña de rizos cobrizos debe perdurar......
No variar nunca lo que bien está.....
Abrazos.....
Magnífica forma de describir esa pasión que une a dos extraños, que en realidad no lo son, pero en circunstancias más "normales" nunca hubieran intercambiado más que un saludo. Lástima que tantas veces en la vida haya que ocultarse bajo una máscara para poder vivir las experiencias que nos hacen sentir bien en nuestra piel...
Besos, cielo.
La pasión es un misterio en sí misma que nos atrapa igual que tus protagonistas.
Me gustó, mucho, está muy bien contado.
Bikiños
Un amor extraño venido del deseo innato de todo ser de amar y ser amado.
Un amor que aparece disfrazado para liberarla al fin haciéndola sentir...
Un amor de final valiente,osado y llevado hasta la realidad de no tener que usar máscara de ningún tipo.
Me ha encantado.Y la imagen es de fábula.
Besos
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