martes, 24 de febrero de 2009

El devorador vacio de la soledad






Como cada mañana, sonaron unos golpes suaves en la puerta de su dormitorio, su madre la despertaba para ir al colegio. Empezaba para ella un día más, una pesadilla que llevaba arrastrando desde el primer día que piso la escuela hacía ya algunos años, pero que ahora había minado en demasía su autoestima. Por más que lo intentaba no alcanzaba a entender la animadversión que sentían hacia ella sus compañeras, el porque la convertían en el blanco de todas sus burlas, de toda suerte de insultos, algunos de los cuales ya le daban hasta risa.



Pero algo había cambiado ese trimestre, su clase era mayoritariamente femenina, los pocos chicos se defendían como podían de aquellas harpías de lengua afilada. El maestro a fin de ilustrar el tema que estaban dando había solicitado fotos que ilustraran las fiestas de la barriada en la que estaba ubicado el colegio, para ella era fácil, sus padres se habian criado en esa zona y la abuela las tenía a montones. Fue la que más fotos aportó a la exposición, pero allí mismo empezó su viacrucis, en una de las fotos se podia ver a su madre vestida con el traje regional de Valencia, un precioso vestido de fallera, que realzaba su entonces esbelta figura.



Las chicas pillaron su punto débil y hurgaron en él a conciencia, el que la llamaran pija y le hicieran el vacio, parecía no afectarle ya, pero el que le dijeran que terminaría tan gorda como su madre con cara de asco le dolía en exceso, si ella había cogido tanto peso se debía a un problema de tiroides y no parecia no darle ninguna importancia, de ello no daba muestras de tener complejos y vestía dentro de sus posibilidades con lo que le gustaba. No recordaba que día había dejado de quererse, que día se había diluido su percepción de la realidad. No se puede decir que fuera guapa, o al menos ella no lo consideraba así, pero si era rubía y tenía unos preciosos ojos azules y estaba delgadisima quizás incluso demasiado, pero eso no preocupaba a su entorno porque comía todo lo que le apetecía y era golosa en exceso, quizás por ello los insultos de sus compañeras hicieron mella en ella.



A sus escasos siete años había descubierto que la imagen era muy importante, si ella sufría un cambio como el de su madre sería su final, ese miedo terrorífico y el hecho de sentirse tan sola, la abocaron a un camino sin retorno, comenzó a frecuentrar la compañía de ana y mía, posiblemente más peligrosa que cada una por separado. Le resultaba dificil por no decir imposible burlar la vigilancia férrea de su madre a la hora de las comidas, pero era fácil esconderla cuando se encontraba en la escuela. Por ese motivo, empezaba siempre el día con mía, los desayunos en su casa eran completos, y ella lo tomaba en compañía de su hermana pequeña sin rechistar, al llegar al cole y antes de entrar en el aula, pasaba por el baño y vaciaba su estomago.

De esa forma se enfrentaba a dos horas de clase y luego entraba ana en escena, siempre había compartido el almuerzo con sus compañeros, su madre era una excelente repostera, pero ahora sencillamente se las ingeniaba, para que no quedara nada en su bolsa y sin probar bocado, no le resultaba dificil, de vuelta a las clases y a esperar un nuevo suplicio en forma de suculento plato cocinado, las tripas le arañaban, pero era incapaz de comer nada, si lo hacia los remordimientos no la dejaban disfrutar de las suculencias que desfilaban ante sus ojos, asi que la escondia en sus bolsillos repletos de bolsas, allí vertía la comida y la vaciaba en las papeleras, su plan funcionaba a las mil maravillas.

Llevaba asi varios meses, su pérdida de peso empezaba a ser preocupante, su debilidad era extrema, y una mancha negroazulada se extendia por debajo de unos ojos carentes de brillo, se le había agriado el cáracter de por si risueño, y levantarse de la cama empezaba a ser un suplicio, nada de esto escapaba a los avezados ojos de su madre que con preocupación consultaba a cuanto especialista conocía. La cosa se puso fea, cuando empezo a sangrar por la nariz. Los médicos consultados no se explicaban el cambio que había experimentado la chiquilla en poco tiempo, le sugirieron que consultara con un sicologo, aunque la niña fuera reacia, quizás pudieran enfocar hacía donde dirigir las exploraciones.

Se había convertido casi una muñeca de cristal, frágil a simple vista pero su carácter se había endurecido, su aspecto era la salvaguarda contra los insultos de las niñas con las que compartía juegos, cuanto más se deterioraba su imagen más la aceptaban en su entorno. A la sicologa no le fue fácil lograr que la niña confiara en ella, poco a poco con paciencia y unos cuentos en los que mezclaba la ficcion con la autobiografía consiguió que le abriera las puertas de sus preocupaciones, un escalofrio recorrio su espalda al escuchar lo que la pequeña relataba con un frialdad absoluta y utilizando la tercera persona, como si nada tuviera que ver con ella.



Su vida cambio radicalmente, dejo de ir a la escuela para someterse a todo tipo de examenes que revelaron una anorexia galopante, ana y mía se habían cebado en su menudo cuerpo, jugando al escondite con los facultativos durante meses, enmascarando sintomas. La internaron en un centro donde niñas como ella luchaban por sobrevivir, por aprender a comer, por recuperar su autoestima y la objetividad. El camino de la recuperación no fue fácil, y sobrellevarlo sola con su tierna edad menos, temía coger peso y que le hicieran el vacio de nuevo, temía el momento de enfrentarse de nuevo a los insultos. Un equipo de sicologos la preparaban a diario, explicandole que la obesidad que sufría su madre era poco probable que le pudiera afectar a ella a no ser que desarrollara la enfermedad, y que en ese caso no comer no era la solución, porque aún asi no bajaria de peso, se trataba de una disfuncion del organismo.


Poco a poco sus mensajes fueron calando en ella, comenzó a comer poco a poco, pero mía se resistía a abandonar su presa, y le costaba mucho esfuerzo mantener en su débil cuerpo las pequeñas cantidades que le preparaban, conforme fue concienciandose y recuperandose le permitieron ver a sus padres, era un premio que a ella le sabía a gloria y le daba fuerzas para enfrentarse a los cambios que su cuerpo estaba experimentando de nuevo y a la dureza de las terapias.

Tras dos meses de angustía estuvo preparada para volver a casa, pero no tanto para enfrentarse a sus harpías compañeras, pero decidió hacer frente a la situacion como mejor pudo, los golpes de mamá sonaron de nuevo en la puerta, cuanto los había echado de menos, se desperezó, salto de la cama, miro su armario, eligio una falda vaquera un suerter azul cielo, para resaltar de nuevo el brillo de sus ojos y salió dispuesta a comerse el mundo. Al llegar a clase los chicos se volcaron en ella, las chicas se dividieron, la calma parecio reinar durante un par de días en los que volvio a notar el vacio, pero los insultos habían cesado. En ello había influido la amenza de la directora de expulsar del centro a quien se atreviera a perseguir verbalmente a la niña.

Habían pasado tres años de aquello, tres largos años, en los que fue calando en algunas de sus compañeras y sentia el apoyo incondicional de los muchachos, durante ese tiempo, no había vuelto a pensar en ana ni en mía, se veía estupenda al espejo, pero los sueños duran poco y las pesadillas se eternizan y habían vuelto a la carga, de nuevo los insultos se cebaron y el fantasma de la gordura se cernía sobre ella, había hecho intentos de dejar de comer de nuevo, sin embargo esta vez contaba con aliados que hicieron frente comun con ella y le impidieron cometer de nuevo esa tontería, solo había ocho chicos en la clase, pero fueron suficientes para infundirle el suficiente valor para afrontar el día a día sin tener en cuenta ese fantasma que podía no llegar a afectarle nunca.

Tan solo dos meses antes la sonrisa se había borrado de su rostro, ahora comprendía que la envidia era mala consejera y que sus compañeras se habían rendido a sus pies por no poder disfrutar de lo que ella tenía, aprendió que lo importante era quererse a si misma fuera delgada o gordita, que solo de esa forma los demás terminarian aceptandola, y que el universo femenino en torno a los diez u once años no se limitaba a esas doce malcriadas que poblaban su colegio. Comprendió que debía sobrevivir en ese terreno hostil, que ello la haría mas fuerte y comenzó a establecer lazos en otros ambientes, asombrándose de la cantidad de amigas que podía llegar a tener, el ser constante le sirvió para darse cuenta de que la solucion a sus problemas no estaba en refugiarse en los brazos de ana y mía, si no más bien en huir de ellos.



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viernes, 20 de febrero de 2009

Música, vino y pasión entre canales




La desperto la suave caricia del sol, que entraba a raudales por su ventana. Tenía pocas oportunidades de remolonear en la cama, su rutina diaria era tediosa y madrugadora, ni siquiera los fines de semana le era permitido regocijarse en esa maraña de sabanas blancas jugando con la calidez del lucero, pero esos días iban a ser diferentes, llevaba un año esperando esa semana. Se desperezó, colocó descuidadamente la bata sobre su bien modelado cuerpo, y bajo a desayunar consciente de que a aquella hora solo los habitantes de la enorme cocina del palacete estarian trajinando por los alrededores. Le gustaba el olor de la cocina, las esencias flotando en el ambiente, la calidez de la lumbre, el sonido de los pucheros al hervir, y los miles de aromas que se respiraban. Siempre que podía desayunaba en aquella mesa robusta de roble, acompañada por los cocineros y sus ayudantes, si su padre supiera aquello posiblemente le cortaria un pedacito más de aquellas alas, que de tanto peso le costaba extender para volar.




Cuando miraba en que se había convertido su vida, una pesada bruma la envolvía, vivía prisionera en una jaula de oro, pero al fin y al cabo privada de libertad. A sus veinte años pocas veces había experimentado esa sensacion liberadora de tomar la rienda de su vida, ser hija de una de las mayores fortunas del pais, lejos de ser una ventaja, para ella representaba un inconveniente. Se le había negado lo que a cualquier niño le era dado a espuertas y a cambio la habían colmado de bienes materiales incapaces de dar afecto, comprension y cariño. Siempre había deseado un hermano para jugar, para compartir confidencias, pero eso no entraba en los planes de máma siempre tan perfecta, no podía estropearse el cuerpo con otro embarazo. Ambos pasaban muchas horas fuera de casa, relegando su educacion en tutores que no eran capaces de una caricia o una sonrisa.




A sus compañeras de colegio les parecia su vida de cuento de hadas, rodeada de tanto glamour y tanta riqueza, y para ella era un calvario diario, tenia cuanto cualquier muchachita podía desear y le faltaba lo esencial, lo que todas disfrutaban sin darle importancia alguna, libertad y cariño a manos llenas. Era envidiada porque nadie conocia la naturaleza de su insipida vida, y esa libertad se iba recortando en la misma proporcion en que crecía el imperio de pápa, que veia una amenaza en cada salida que hacía del palacete. Recuerdo mi adolescencia con una escolta permanentemente pegada a mi, la presencia de esos hombretones enormes y serios, sacados de una pelicula americana intimidaba a mis compañeros que preferian ignorarme a enfrentarse a la mirada fulminante que se adivinaba detras de las enormes gafas negras con las que cubrian sus ojos.




Al cumplir los dieciocho decidió rebelarse contra lo que le parecía injusto, pero nadie pareció hacerle caso, hasta que aprovechando el bullicio de los carnavales, se escapó de casa, ataviada con un traje de epoca tal y como requeria la situacion y una mascara que le ocultaba gran parte de su rostro. Nadie hubiera podido relacionar a aquella muchacha apocada, sobria, y de caracter taciturno, con aquel torbellino de sensaciones que inundo las calles comiendose a bocanadas grandes pedazos de una libertad negada durante tantos años. Sus grandes ojos verdes adquirieron un brillo especial, había escondido su cabello negro azabache debajo de una cascada de rizos cobrizos que le inundaban la espalda, su palido rostro había adquirido un color rosado que la favorecia en extremo, tenía que reconocer que aquel traje resaltaba todos y cada uno de sus encantos y sentia la miradas masculinas al amparo de las mascaras devorandola, suspirando a cada paso que daba.... Se sentía exultante de felicidad que se reflejaba las esmeraldas que adornaban su rostro y que refulgían incluso detras de su fina y delicada mascara.




El calido sol, dio paso al frio atardecer, había olvidado coger nada de abrigo, y la recien estrenada libertad no le ofrecía el amparo de la lumbre, a sus espaldas alguien le coloco una capa sobre sus desnudos hombros, al ver que su cuerpo temblaba de frio, se giro lentamente para averiguar quien era su benefactor, unos ojos azabaches le devolvieron la mirada tras una mascara algo estropeada por los usos, le dedico una sonrisa, algo en aquel desconocido le atraia, a pesar de su tosco disfraz. El no se dejo seducir por la suntuosidad de sus vestimentas, la trataba como a una persona mas. Entre ellos casi sin darse cuenta se sello un vinculo que los arrastraba.




Aquel encuentro no podía ser casual, se olvido de todas las precauciones, y siguió al desconocido hasta un apartamento decorado con un gusto exquisito, el le explico que pertenecia a unos amigos, y por la apariencia de sus ropas ella pensaba que no mentia. Miles de colores como un castillo de fuegos artificiales estallaron entre esas cuatro paredes al amparo de las mascaras, lo unico de lo que no se despojaron ninguno de los dos. Sus labios se entrelazaron bebiendo las mieles de la pasion, sus cuerpos se estrecharon en miles de abrazos y caricias. El recorrio cada centimetro de su piel, recreandose en alli donde las mieles del deseo hacen enloquecer a los humanos. La palida luna dio paso a un cegador sol, y entre la maraña de sabanas dos cuerpos seguían amandose con pasión.




Recompusieron sus ropas y salieron al abigarrado tumulto de colores, aromas con el deseo prendido en el cuerpo... paso asi la semana de carnavales, la primera vez en su vida que pudo disfrutar de lo que otros tienen a diario, temía el momento de volver a casa, pero sobre todo temía el momento en que tuviera que despedirse sin ninguna explicacion de la pasion que le devoraba el alma, nunca volveria a ser la misma despues de esos días, siempre le faltaria algo, el fuego la consumiria, la arrastraría, no sabía si podría doblegarse a las exigencias de su padre, no despues de aquella semana... La última tarde la pasion se desbordo, apagaron los fuegos que les devoraban las entrañas, se sacieron de las mieles del paraiso y antes de que el bullicio de las calles se apagara, se despidieron con una promesa de encontrarse al año siguiente en el mismo sitio, en la misma plaza.




Con el alma compungida, regreso al palacete consciente de que su salida no habria pasado desapercibida una semana era mucho tiempo, solo pensaba estar fuera unas horas y estas se habían convertido en una semana de algarabía y pasion, estaba mucho mas bella, pero iba a durar muy poco esa felicidad. Giro la llave de la cancela cruzó apresuradamente el sendero de gravilla que llevaba hasta la casa y al entrar la recibieron dos ceñudos rostros, que bien podrian haber pasado por mascaras, no reflejaban ningun sentimiento, ni alivio, ni cariño, solo dos miradas aceradas fijas en la mascara y la maraña de rizos cobrizos que cubrian la cabeza de su hija. Ese día no hubieron palabras, ni reproches, subió directa a su alcoba, se desnudo y frente al espejo pudo descubrir los trazos marcados por sus caricias, se veia hermosa, su ojos seguían refulgiendo, se acosto desnuda, y contacto del lienzo blanco desperto las sensaciones de los ultimos días, le costó conciliar el sueño.




A la mañana siguiente su padre la esperaba en la biblioteca, no pensaba renunciar a esa pequeña cota de libertad. Tejió una historia que a su padre le resultara verosimil, había pasado esos días en compañia de sus compañeros de facultad, no todos eran oriundos de Venecía algunos compartian suntuosas estancias con otros estudiantes, su padre no objeto nada salvo que no se conviertiera en una costumbre. Pactaron que cada año por caranavales al amparo de las mascaras podría beberse a grandes sorbos su dosis de libertad, ateniendose a unas reglas, cambiar de mascara y traje todos los años y de compañeros de correrias. No le costo complacer a su padre.




Ensimismada en sus pensamientos se le quedo frio el desayuno, miro su reloj, y subio corriendo a su habitación le quedaban menos de dos horas para cambiar su aspecto, la maraña de rizos cobrizos, los afeites para cambiar el aroma de su piel, todo era esencial para cumplir con la promesa hecha a su padre. A la hora convenida, estaba junto a la fuente, aterida de frio, esperando la capa de su atento enamorado, y con ella cubrio sus hombros el apuesto muchacho, esta vez ataviado con una mascara tallada y un suntuoso traje. Si el cambio le asombro, no lo dejó traslucir, la pasion los envolvio de nuevo, sus ojos se encontraron, sus labios se entrelazaron y sus cuerpos ardían de pasión. Tras aquella noche, el no pudo guardar mas el anonimato, se quito la mascara dejando a su vista un hermoso rostro enmarcardo en una maraña de rizos azabache. Su mirada de ebano la envolvio, y lo invito a que el mismo hiciera los honores. Se acerco a ella y entre besos y caricias la despojo de lo único que seguia vistiendo su hermoso cuerpo...




Ambos comprendieron en aquel instante cuanto habian perdido en los ultimos años, consumian freneticamente su pasion en unos pocos días, cuando tenían la felicidad al alcance de sus manos, se habían cruzado miles de veces en la facultad, compartían asignaturas, compartian horarios, pertenecian a la misma escala social. En un sinfin de ocasiones él se había acercado a ella reconociendo los andares que le obnubilaban, pero sus apagadas gemas y su cabello lacio negro como la noche, no le recordaban a su misteriosa amante, tampoco el aroma de su piel era el mismo, ella se sumergía a diario en la profundidad de sus pozos, sin darse cuenta que la pasion que la devoraba tenia un nombre al alcance de la mano...




A partir de ese día se dispusieron a vivir con intensidad la vida, a no dejar que nadie les frenara el batir de las alas, seguirían por un tiempo siendo amantes clandestinos, pero pronto gritarian a los cuatro vientos y sin mascaras la pasion que los consumía desde hacia tantos años


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lunes, 16 de febrero de 2009

El ocaso de la crisalida





Caia la tarde, por la estrecha ventana de su habitacion se colaba el postrer rayo de sol, anunciando el reinado de las sombras. La estancia estaba fría, solitaria, en el centro de la cama una muchacha se mecia abrazada a sus rodillas, con la mirada perdida. Todas las tardes se repetia el mismo ritual, el frio se colaba por la rendija, las sombras se adueñaban de la habitacion, y ella seguía meciendose con su mente bien lejos anclada en un pasado multicolor que se le antojaba lejano.




Se preguntaba en que momento se habia convertido en aquella mujer fría como un tempano de hielo y dura como el acero, incapaz de exteriorizar sentimientos, incapaz de conmoverse ante las cosas mas sencillas de la vida, había sido un proceso largo, un sinfin de caidas y un golpe certero, al final el corazon se endurecio, se creo una coraza, y vivia atrapada dentro de ella. Y la vida transcurría entre la frialdad y la sobriedad, entre la infelicidad y el llanto, nadie mas le haría daño, pero su vida dejo de tener sentido.




Cuando las sombras se apoderaban de la estancia, volaba a un tiempo no muy lejano donde era una mariposa de vivos colores, cridanera, extravertida. Otra mujer muy distinta, todo corazon, todo sentimiento, risueña, parlanchina, con un sinfin de amigos revoloteando a su alrededor. A su alrededor todo eran risas, era el alma de cualquier fiesta, cuan distinto era todo ahora, se había encerrado dentro de si misma, buscando reparar sus maltrechas alas, buscando consuelo para su alma y solo había encontrado mas sufrimiento, creando un monstruo que la anulaba.




Cuando las sedas de sus alas se desgarraron aquella tarde, supo que había muerto en vida, no sería capaz de confiar en nadie mas, noto crecer unas gruesas paredes que la aislaban de los sentimientos, la tristeza se instalo en sus ojos, y solo la fuerte determinacion de seguir viva, y de luchar por superar ese golpe, la llevaron a trazar su camino, y ahi estaba años despues, sin atreverse a salir de la coraza que había levantado, sin poder expresar emociones, solo una frialdad constante que helaba con solo una mirada.




El tiempo corría en su contra, el frio monstruo se apoderaba de ella, ya no se reconocia en el espejo, su mirada habia perdido brillo, una mascara cubria todo su rostro antaño tan calido, su voz habia perdido la dulzura de aquellos días, la risa no resonaba en su pequeña habitacion, su burbuja era cada dia más y más grande, y fuerte. Ella se habia hecho cargo de la situacion cuando abandono su alma a la deriva y ahora gobernaba el timon con dureza, con odio.




Las alas de la mariposa se negaban a crecer y sanar y se sentia prisionera de una situacion ideada por ella misma para sobrevivir al dolor, pero este se habia hecho fuerte, le impedía pensar, buscar soluciones menos agresivas. Los amigos antaño siempre prestos se habían reducido a un grupo menos numeroso que la veía languidecer sin poder evitar esa caida dia tras día, se mantenían a su lado, estimulando una reaccion que tardaba en llegar.




Una tarde como otras tantas, en la penumbra de aquella habitacion ahora gris y carente de color, se pregunto como seria la vida fuera de la coraza, si no merecería la pena luchar por derribar esos muros, y hacer una proteccion menos opaca, más flexible, pero ella siempre truncaba sus iniciativas, no quería perder ese alma que por entero le pertenecía, que tenia salvo momentos de excesiva lucidez como aquellos rendida a sus pies.




Tomó una determinacion, era hora de que tomara de nuevo las riendas de su vida, era hora de salir de aquella caverna y poner un poco de color a su día a día, necesitaba ayuda, aunque no sabía de donde le vendría lo mas seguro que de alguien que todavía no conociera, pero debía plantear batalla, volver a ponerla en su lugar, que solo tuviera acceso cuando la situacion le sobrepasara... por primera vez en años una sonrisa ilumino su cara, le volverian a crecer las alas, quiza menos vistosas, quiza menos cridaneras, pero igualmente hermosas.



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miércoles, 11 de febrero de 2009

Piel de espuma y sal




Caía la noche en la solitaria cala, la luna brillaba en el cielo oscuro cual boca de lobo, esa noche las estrellas se habian tomado descanso, una espesa nube cubria la boveda celeste cual manto de terciopelo, y jugaba con la dama blanca a las escondidas, dando un sensacion de irrealidad a tan idilico paisaje marino.

La ligera brisa ateria su cuerpo tan solo cubierto por un liviano vestido blanco, llevaba allí horas contemplando el baile de las olas que la tenían hechizada, mirando a un horizonte que igual se le antojaba incierto y desdibujado, como posible y cierto, en su cabeza daban vueltas las ultimas palabras de su padre, pero no quería que rompieran la magía del momento.



Había subido la marea y el mar bañaba sus pies, se sentía reconfortada, segura, como si magicamente con su avance y retroceso el mar se llevara todas sus cuitas, todos sus pesares, sonrió, sin saber muy bien a que ni a quien, ni que le había provocado esa sonrisa, pero de pronto se sintió liviana, segura de si misma, vio una luz al final de tunel.



Sintió la caricia del viento en su piel, se enredaba en su maraña de rizos cobrizos, que aquella tarde cuando salio de casa olvido recoger en una coleta baja, como siempre hacia cuando iba al mar, su cuerpo respondia a las caricias del viento, se sentia transportada y como unico testigo la luna que brillaba a retazos en aquel cielo cubierto de telas negras.



Miró hacia el mar y vio una sombra emergiendo de las aguas cristalinas y revueltas, se fue acercando poco a poco hasta llegar a su lado, no podría describir bien como era, se sento a su lado a contemplar el horizonte, de pronto el viento dejo de soplar, y de acariciar sus largos rizos, el mar hizo mas lentos sus retrocesos recreandose en sus pies y el desconocido comezo a acariciar su melena, con una suavidad desmedida que diriase que era el propio viento quien con sus largos dedos se enredaba en la paleta de marrones y rojos de su cabellera.



Volvio su cabeza para encontrarse con unos ojos azul hielo, que le transmitieron confianza, su mano busco la cara de el, y acaricio un rostro tan indescriptible como bello, su cuerpo fue reaccionando a sus caricias estudiadas como si conociera el valle que recorría, con todos sus recovecos, la pasion se desbordo entre dos seres que apenas se conocian, pero que hacía años que se observaban en silencio, sus bocas se rozaron y un regusto salobre inundo el cuerpo de ella, se convulsionaron los cuerpos al son del baile de las olas que cambiaban subitamente de ritmo.



En la arena dos cuerpos mojados entrelazados, y en el cielo un testigo mudo de tanta locura desatada, las piernas de el aprisionaban fuertemente las de ella, provocandole gemidos de un placer hasta ese instante nunca vivido, el se transformaba en viento, agua, torbellino, en todos los elementos posibles. Terminó la danza de cuerpos con dos amantes completamente exhaustos y ateridos, con suavidad cubrio su cuerpo con el liviano vestido, completamente mojado, que se pegaba a sus pechos y a todas las curvas de su cuerpo, dejando a la vista un contorno modelado y de gran belleza.



Le susurro al oido, y desaparecio por donde había venido engullido por el mar. Tan pronto el se marcho, el mar deposito en sus pies un caracola de grandes dimensiones, la recogió y marcho a casa con una sonrisa en la mirada, enigmatica y otra en el rostro de gran felicidad. La caracola de suave color crema encontro un lugar preferencial en la repisa de la ventana, al lado de su cama, algunas tardes el mar se oia a traves de ella, y como si la hechizara se vestia muy liviana y sus pies se dirigian a aquella cala abandonada, y cada atardecer cuando el oro del día se transformaba en el plata de la noche, el viento acariciaba su cabello y un desconocido salía del agua para enredarse apasionadamente entre sus brazos y piernas.




Tatuado en su piel había quedado la caricia del viento y el regusto a sal de sus besos, cada día el le susurraba al oido ven conmigo, no tengas miedo... sabía que era cuestion de tiempo que su alma se fundiera con el mar, con ese ser que tanto la amaba y la hacia sentir única y ligera... una noche mas marcho a casa aterida, al llegar a su alcoba la caracola emitía una triste melodía que le traspasaba el alma... callaba por unos dias y el mar volvia a rugir de su interior.



Hechizada se acerco a la bahia una tarde sin que la caracola emitiese ningun sonido, y quedo largamente mirando al mar, se puso un vestido aguamarina, el suave sol calento su cuerpo, un escalofrio le recorrió la espalda, y una voz suave emergio del mar, sigueme... sin pensarlo dos veces se adentro en las frias aguas, y se enredo en el cuerpo de su amado que siguio lentamenta cada centimetro de su piel, para por ultimo y con una sonrisa llevarsela a su morada.... Se la trago el mar, danzo con las olas, disfruto con el fondo marino y decidio seguir alli por siempre.



Días despues en la bahía el mar expulso el cuerpo de una joven de cuerpo bronceado y largos rizos cobrizos, en su rostro una sonrisa, la caracola desparecio de la repisa de la ventana el mismo día en la que su alma se fundio con el mar... cuenta la leyenda que en noches oscuras cuando en el cielo ondean las negras nubes, sobre la arena de la playa se pueden ver dos cuerpos entrelazados, meciendose al compas de las olas, en un ritmico balanceo, extasiados de placer, para volver en cuanto la luna despunta al interior del mar que los vio emerger



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martes, 10 de febrero de 2009

Cara y cruz de la realidad


La sonrisa prendida en el rostro aunque en su corazón se desate la más cruel de las tormentas.
El arcoiris iluminando su sonrisa aunque la negra noche envuelva su alma en las sombras del abismo y asfixie su blanca libertad.
La mano tendida, a pesar de tener a la soledad como unica compañera y amiga.
Una palabra de aliento y esperanza, cuando el desahucio social es la unica guía su vida.
Una vida perfecta y envidiable, pero sólo dolor y llanto en la intimidad de la alcoba.
El optimismo por bandera y buque insignia, cuando las fuerzas abandonan y flaquea la lucha.
Solo sus ojos delatan aquello que con tanto afán disfraza a diario, entre capas de amabilidad y sonrisas dibujadas en carmin, sólo el insondable pozo de su mirada grita cuan imperfecta es su vida, cuanto dolor atenaza su oscura alma, cuanta miseria se esconde en el subsuelo de la locura, de esa enajenación de la que sólo ella es consciente y que ahoga entre lágrimas en un sombrio y frio divan.


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domingo, 8 de febrero de 2009

Mi negro angel guardian



Sentia su presencia como cada noche, tan cerca que su aliento chocaba contra mi nuca, siempre dos pasos por detrás de mi, dandome su proteccion tal y como prometio el unico día que oí realmente su voz, las otras palabras susurradas al oido en momentos de duermevela estaban guardadas en algun rincon de mi subconsciente y brotaban como retazos de una vida pasada en mis sueños.

La primera vez que sintio su presencia, no le vio el rostro, se situó a su lado y le acarició la cabeza con vehemencia, pero no adelantemos acontecimientos. Nací como muchos niños en el seno de una familía desestructurada, con un padre alcoholico y una madre molida a palos que no se amaba a si misma ni era capaz de amar a nadie, me presente por sorpresa y sin que ninguno de los dos me desease, en ese contexto mi infancia no fue nada fácil, más bien fue un infierno.

Tenía solo cuatro años cuando mi padre volvió un día de la calle completamente ebrio y rojo de ira, entró en casa gritando el nombre de mamá, que como siempre estaba en la calle, ella decía que trabajando, hoy tengo mis serias dudas, creo que huía de su miserable vida, y de aquel antro que era nuestra casa y que la asfixiaba por momentos. Me crucé en el camino de mi padre accidentalmente y empezó a preguntarme a gritos donde se había metido mi madre, pero yo no lo sabía. La respuesta no era la que esperaba y me llovió una tunda de palos, que me dejo el cuerpo marcado y serias dificultades para respirar.

Cuando mi madre regreso a cadsa, ella ya estaba a mi lado, acariciando mi pegajoso pelo, lleno de manchones de sangre, y me susurraba al oido, no temas, todavía no vine a buscarte, un día te acogere en mis calidos brazos y te envolveran todos los colores del arco iris, aspiraras un aroma indescriptible, te acunara un remanso de paz y dejaras de sufrir. Por primera vez senti algo de calor en mi madre que se deshizo en un mar de lágrimas y cogio mi pequeño cuerpo en brazos para llevarme al hospital, con ella pegada a los talones. Cuantas veces había hecho mi madre ese mismo camino con la cara y el cuerpo lleno de moratones, pero hoy llevaba un pequeño bulto ensangrentado en brazos.

Durante los días que estuve en el hospital, fue mi única compañera, mi madre iba y venía de la comisaria al hospital, y en el trayecto que lo separaba se ensimismaba durante horas, perdiendose entre callejas por no pensar en que se había convertido su vida, y en que estaba convirtiendo la mía por su cobardía. El día que me dieron el alta ella se aparto de mi lecho, sentí su presencia de vez en cuando y un escalofrio recorría mi espalda, pero no podía mas que estarle agradecida.

Nos volvimos a ver once años después, mi madre no tuvo nunca el valor de abandonar a mi padre, yo aprendi a mantenerme fuera de su alcance, y el descargaba su furia animal contra el cuerpo menudo y maltrecho de mi madre, me sentía impotente, pero nada podía hacer por ella, más que insuflarle el valor necesario para empezar de nuevo, pero no quería ni oir hablar de ello.

Otra noche, otro portazo, y otra tanda de gritos desesperados y de golpes sonando en carne, pero ese día a la bestia se le fue la mano, y cuando acabó de descargar su furía, y salio de casa para seguir bebiendo, el rostro de mamá estaba frio encima de la desgastada alfombra del salón. Sali de mi escondite y me agache sobre su cuerpo mientras sollozaba un inuaudible, porque mamá, porque no tuviste el valor de volver a empezar.

Sentí su fría mano sobre mi hombro, me gire y alli estaba ella, con su palido rostro, de una belleza sin igual, no era tal y como la representan en los libros, ni en los cuadros, vestía completamente de negro, y su melena azabache le cubría gran parte de la espalda. Se sentó a mi lado y murmuro una promesa: _ No temas nunca estarás sola, yo te seguiré protegiendo, como lo he hecho durante años_. Cargó a mamá en brazos, su destrozada alma le arrancó una lagrima que se enfrió en su mejilla y partió dejandome una caricia en el rostro y un frio enorme en el alma.

Me llevaron a una casa de acogida, y alli pase tres años, hasta que cumplí la mayoría de edad, ella iba y venía, tenia periodos de inactividad y otros de freneticas idas y venidas que la dejaban exhausta y con una mirada triste y huidiza, se desplazaba de un lugar a otro con una rapidez inusual, y volvia siempre a mi lado, a lo que creo que se había convertido en su refugio. Cumpli dieciocho años y me creía la mujer mas afortunada de la tierra, tenía que abandonar la que había sido mi casa durante los ultimos años, pero tenía un trabajo y un hombre que me quería o eso deseaba en mi fuero interno.

Me instalé con el en un pequeño apartamento, gris, sucio, y con poca vida, con mucho trabajo y gastando lo minimo, conseguí adecentarlo, las paredes renacieron con una capa de colores palidos bien escogidos, se veía limpio, coqueto, pero a la medida de nuestras posibilidades que no eran muchas. Un buen día él perdió su trabajo y comenzó a beber, al principio no le di importancia, pero cada día llegaba mas tarde y más bebido. Dejé de ser su princesa para convertirme en la fuente de todos sus problemas, y en su chivo expiatorio, en un muñeco contra el que descargar su ira. Y ella siempre silenciosa me acogía en sus brazos despues de cada paliza... me infundió el valor que yo no fui capaz de darle a mi madre, o puede ser que no deseaba que la historia se repitiera en mis carnes.
Salí de casa con mis escasas pertenencias, pare en la comisaria más cercana, y denuncie al que hasta hacía dos horas había sido mi pareja, dos años de gritos y palizas continuadas terminaban en ese instante... pedi una casa de acogida en otra provincia, comenzaria de nuevo, lejos de él, de sus falsas promesas, de sus te quiero falsos, de sus caricias y sus lloros despues de molerme a palos... no quería que ella, me cargara con una lágrima en los ojos como a mi madre...

Desde ese día en que marche lejos de la tierra que me había visto nacer, ella guarda celosamente mi secreto, y me acompaña cada noche, en un ritual de dos horas de meditación tras las cuales si su trabajo no ha concluido marcha con una sonrisa en su palido rostro... otras noches vela mis sueños y ahuyenta las pesadillas que me acompañan a diario desde que era una niña , una bestía moliendo a palos a un ser indefenso




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